jueves, 11 de noviembre de 2010

La posibilidad de la imposibilidad

Siguiendo la brillante estela de algunos de mis compañeros de la facultad, esta tarde, que es casi noche, a la amarillenta luz de mi lámpara de mesa, os traigo uno de los mayores colmos de la metafísica. ¿Es posible lo imposible? Parece una contradicción semántica en toda regla, una de esas antítesis perfectas, algo que por definición no podría concebirse, al menos en este plano de la realidad, siempre y cuando entendamos ambos conceptos en su significado más puro (lo que se puede y no se puede realizar o llevar a cabo). En caso contrario podríamos argumentar que no hay nada imposible, haciendo honor al "Impossible is Nothing" de Adidas, y que simplemente consideramos imposible aquello que, por ahora, no podemos ver realizado debido a la falta de conocimiento (quién sabe si dentro de un siglo o menos habremos podido desarrollar una máquina del tiempo, o alcanzar la velocidad de la luz). Cuando hablo de imposible quiero decir imposible en su sentido más genuino y para mayor ejemplo qué mejor que una imagen:
  
 

Triángulo de Penrose
Resultaría imposible reproducir tan insólita creación en las tres dimensiones que limitan nuestra realidad, aparentemente; sin embargo, es más que posible sobrepasar tales límites cuando nos escindimos del marco lógico que habitualmente rige nuestro entendimiento y nos adentramos en ese abismo maravilloso que es el arte. Es por ello que artistas como Oscar Reutersvärd o M. C. Escher se han dedicado en gran medida a este tipo de composiciones. El primero, conocido como "el padre de las figuras imposibles", fue pionero en creaciones similares a la de la imagen anterior, siendo algunas de las más conocidas el triángulo o las escaleras de Penrose, mientras que el segundo hizo uso de la geometría imposible para la creación de escenas y mundos a la altura de los de los sueños más extraños. Son obra de este último la litografía de las famosas escaleras ingrávidas (Relativity) o las manos que se dibujan mutuamente (Drawing Hands). Es también menester mencionar a Jacques Carelman, maestro de los objetos imposibles, con inventos como son la archiconocida cafetera para masoquistas o el yunque de viaje plegable.

En torno a esto se nos pidió en clase que realizásemos un ejercicio de imaginación e intentásemos crear un objeto imposible nosotros también, y tras muchas ideas y ejemplos di con mi objeto imposible: una silla con doble respaldo... por supuesto con posabrazos para asegurar la comodidad de aquel que se siente. Antes de este esperpento de silla, se me ocurrió intentar jugar con un reloj, con un mueble plagado de cajones retorcido, un violín y finalmente con una silla, aunque mi idea inicial era que en lugar de un asiento acolchado tuviese una cinta transportadora (para aquellos que padezcan de inquietud traseril), pero para que fuese eficaz en su ineficacia era necesario la introducción de una máquina de movimiento perpétuo, algo que es, a día de hoy, imposible.

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