viernes, 31 de diciembre de 2010

9 Versiones: las distintas caras de una misma moneda

Se acaba este año, despedimos un 2010 lleno de experiencias, algunos con un simple "adiós", otros con un "hasta nunca", un "hasta siempre" resuena  entre timbales y siempre hay un "hasta luego" de los que creen en el eterno retorno de Nietzsche..., bueno, "siempre" lo que se dice siempre no, pero alguno hay, la razones realmente no importan. Con el año nuevo comienza también una sección nueva y no una cualquiera. Se trata de 9 Versiones, apartado concerniente a los nueve ejercicios de estilo que mencioné en la anterior entrada, es decir (para aquellos que aquí se han perdido), la modificación y variación de un mismo texto, cambiando su estilo narrativo, su persona, su modo, etc., hasta lograr hacer nueve variaciones o ejercicios de estilo, haciendo uso de todos los medios que queramos y dispongamos. El texto, al final, fue propuesto por el profesor, aunque no sin antes pasar por las manos de unos compañeros de clase que modificaron y redujeron, en gran medida, la extensión del mismo, ya que era demasiado largo, en un principio, para cumplir su función. Así pues expondré aquí el texto original a partir del cual surgirán las distintas versiones, y a continuación de esta entrada pondré la primera de ellas, en la que he estado trabajando recientemente. Sin mucho más que decir me despido, y os deseo a todos un feliz año nuevo, que no se os atraganten las uvas y que, a ser posible, esta noche brille con un fulgor especial.

TEXTO ORIGINAL 
Una oscura silueta atravesó el parque. Llevaba consigo un libro de aspecto viejo. Lo depositó en un banco. La fuerza del viento hizo que se abriera y pasaran las páginas. En el momento en que se cerró, una de ellas quedó doblada.

Por la mañana, una joven recogió el libro. Se llamaba carolina e iba de camino hacia el colegio.
Cuando el profesor impartía clase, el libro cayó al suelo y llamó la atención de él. Lo abrió y, para su sorpresa, las hojas estaban en blanco. Resultó que la última se encontraba doblada con palabras sueltas sin sentido aparente.

Los alumnos se preguntaban por qué estaba vacío y cuál era el sentido de su existencia. Carolina propuso que, al no haber escritura alguna, se inventara una historia a través de las frases de cada uno de ellos. Al acabar las clases y ésta vez con el libro a medio escribir, Carolina vio un árbol que le resultó llamativo. Decidió situarlo a su lado.

Poco a poco, muchas manos humildes continuarían las frases que habían encontrado en el libro, convirtiéndolas en una historia: la historia del pequeño libro perdido.

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