domingo, 9 de enero de 2011

9 Versiones: quinta página

MONÓLOGO DE TERROR

¡No, no y no, no estoy loco! Lo vi, lo vi todo, ja, ja, ja todo cuanto se podía ver, al menos. Aunque estaba oscuro vi perfectamente cómo esa silueta oscura dejaba el libro en el banco del parque Luisiana, y cómo el viento pasó sus páginas hasta doblar la última. ¿Cómo iba a inventarme eso?¡Por Dios! Me toman por un chiflado, lo sé, pero yo les aseguro que nunca he estado más lúcido en mi vida ¿Por qué entonces me tratan como tal? ¿Saben por lo que he pasado? ¡¿Eh?! ¿Lo saben? No..., que iban a saber ustedes, nunca saben nada, pero yo sí sé, lo sé todo, por eso estoy aquí ¿verdad? Claro, por qué sino. Verán, he visto cosas que no me atrevo a describir, pero que igualmente haré si con ello logro probar mi cordura.

Pasé la noche en el parque; no pude evitarlo, aquel libro me llamaba, me atraía, me seducía, y para cuando pude librarme de su influjo el día empezaba a proyectar sus primeros rayos de sol. Soy profesor, por lo que tuve que irme directamente al colegio, pero ¿cómo iba yo a saber que ese maldito objeto de portada carmesí me perseguiría hasta allí? Consideran que ya he llegado al sumun de la locura, a la embriaguez alucinatoria, se lo noto en sus ojos. Miren, yo no sé cómo llegó hasta ella, ni si el mismo poder que me hechizó a mí también afectó a aquella muchacha, sólo sé que Carolina apareció en mi clase... con el libro..., ¡sí, ella, Carolina, ella fue, ella nos sentenció a todos! ¡Oh Dios, Dios...! ¿Por qué tuvo que traerlo?

Cuando lo vi por segunda vez, algo familiar empezó a brotar en mí: volví a quedar preso del libro, y, conducido por algún tipo de fuerza sobrenatural, me acerqué y le arrebaté el documento a mi alumna, que, atónita, presenció cómo lo abría y me plantaba en la última página, la misma que el viento había doblado esa reciente madrugada. Vi, entonces, el infierno plasmado en palabras. ¡Todas ellas se sucedían aleatoriamente, sin ninguna conexión ni sentido! Aquel libro no estaba destinado a ser leído por ojos humanos... Lo peor de todo, sin embargo, era que todavía estaba poseído por aquella influencia maligna, y guíado por ella propuse a los alumnos escribir en el libro haciendo frases con las caóticas palabras de la última página. ¡No pude controlarme! ¡Por mi culpa esos jóvenes...! ¡Joder!...¡Dios!

Con cada palabra que escribían se empapaban de una esencia antinatural inquietante; se quedaron mudos, sus pieles palidecieron, sus ojos quedaron vacíos, como velados por una tela blanquecina, y en algunos momentos se retorcían horriblemente. ¡Oh!¡Si ustedes los hubieran visto! Ahora sólo eran vagas y grotescas parodias de la condición humana.

Finalmente, y sin saber por qué, ordené a lo que había sido Carolina que se llevase el libro y lo depositase en un lugar donde otros pudieran verlo claramente. Ella sólo me respondió con una última exhalación gutural, y digo última porque no la he vuelto a ver desde entonces. ¿Entienden ahora? Yo no he hecho nada, tienen que creerme, ¡fue el libro, el libro, el libro!

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