domingo, 16 de enero de 2011

9 Versiones: séptima página

LA COMICIDAD ENCUBIERTA DE LOS ANILLOS

Mucho tiempo ha pasado desde aquello, sí, mucho tiempo...¡Oh, pero por favor sentáos, no estéis de pie, adelante, adelante, sentáos y escuchad atentamente mi historia! Ocurrió durante la Segunda Edad Dorada de la Luna en Cuarto Creciente de la Tierra a Medias. En los dominios de Únlugar, entre las afiladas rocas de la Montaña del Sino, la Silueta Oscura Sâron creó un objeto temible, que usaría para controlar y someter bajo su yugo a todas las razas libres: el Libro Único. Este libro, de inimaginable poder, permitiría a su lector esclavizar al mundo y bajo su dominio sumirlo en la oscuridad.

Al ser conscientes del peligro en el que se hallaban, los hombres formaron una alianza con los duendes, para librar la última batalla en la estepa de Párquegard y librar al mundo por fin de la influencia de la Silueta Oscura. Las huestes de Sarôn arremetieron contra los hombres y los duendes con la crueldad habitual con la que actuaba su Señor, y éste no dudó en usar también el poder del libro contra ellos; pero Iseldar, rey de todos los hombres, logró derrotar a Sâron y separarle de su horrible creación. Empero, la voluntad de los hombres es frágil, y puede corromperse con facilidad. Iseldar, entonces, decidió apoderarse del libro para usarlo en su propio beneficio, sin saber que ello le conduciría, inevitablemente, a su final. Quedó pues el maligno objeto perdido en el extenso Párquegard, entre los escombros que coronaban la loma de Ele-Banco, con la última hoja doblada a causa de las caricias nocturnas del viento. Allí permaneció durante siglos, buscado por muchos y codiciado por otros tantos, hasta que llegó a las manos de la criatura que menos cabía imaginar.

Con un nuevo amanecer, la habbit Carolina, que estaba buscando setas, encontró el libro, e intrigada por encontrar algo de aspecto tan antiguo decidió llevárselo a casa para mostrárselo a su buen y sabio amigo, el mago Profesalf.

De esa manera, cuando Carolina regresó de su expedición y pisó la apacible y familiar tierra de La Comarscuela , avisó inmediatamente al mago y le invitó a tomar una taza de té en su casa. Una vez allí decidió mostrarle el extraño objeto. Él lo miró con curiosidad, no sin antes denotar un cierto aire de desconfianza. Agarró el documento y cuando el hechicero abrió el libro se dio cuenta de que las páginas estaban completamente en blanco. Profesalf, temiéndose lo peor, arrojó el libro al fuego de la chimena que alumbraba la estancia, pero para su sorpresa, éste no ardió. Al apartarlo de la lumbre el libro ni siquiera estaba caliente y sus páginas ahora brillaban con un fulgor intenso, despidiendo destellos rojos y amarillos semejantes a los de una llama. Profesalf no lo dudó ni por un instante y abrió el libro por la última página descubriendo como ésta también estaba en blanco. Suspiró aliviado. Sin embargo, a los pocos segundos cientos de letras empezaron a dibujarse formando palabras totalmente inconexas y desligadas. Profesalf, había acertado, aquel libro era el del que hablaban las leyendas. El mago sabía que el documento debía ser destruido, pero para ello era necesario escribir frases con las caóticas palabras que habían surgido de la nada, y después arrojarlo al Pozo Insondable de la Maldad donde debía darle cobijo el árbol de las Mil Cadenas de la Malicia y , que lo mantendría fuera del alcance de cualquier otro ser, para siempre. Tanto Carolina como Profesalf comprendía la gravedad del asunto y sabían que no podrían hacerlo solos, por lo que organizaron una comunidad formada por miembros de todas las razas para emprender el viaje y destruir de una vez por todas el Libro Único Perdido.

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